jueves, 9 de agosto de 2012

Un Recreo

El brillo sagaz de tu mirada.
La incertidumbre de las canas en tu barba.
La sonrisa que asomó tímida, pero sincera.
El aleteo de tus fosas nasales, breves como el de una mosca a punto de volar.
Tu lengua, lubricando tus labios abandonados de besos, ardientes.
Tus manos enormes, extendidas. Tus dedos gruesos, emocionados.
Un resoplido profundo (estabas a salvo).
Tu caminar nervioso y apurado marchando en cámara lenta hacia mi.
El roce eléctrico de mejillas.
El aroma que nació de tu cuello y me embriagó las ganas.
El sonido ameno de tu voz, entonando un arpegio de palabras que escaparon frenéticas y exultantes de tu garganta.
La imperceptible pelambre aduraznada de tu antebrazo.
Las ondas alambradas de un cabello que supo ser melena.
El cansancio enmarcando de sombras insómnicas tu par de ojos.
El aroma de tu aliento entibiando mi cara.
El milimétrico estudio de la expresión de mi rostro en cada respuesta.
Los atrevidos reflejos de las luces, aclarando hasta la miel el color de tus ojos, a pesar de tus pupilas dilatadas.
El humilde despliegue de juegos de seducción de otra época, una que me había olvidado.
Los silencios cronometrados para que no me incomodaran.
Las palabras justas, en el momento preciso, acercando la imaginación a la realidad.
Una locuacidad encendida y defensiva, de pedantería sabiamente dominada.
La solidez de una roca, sosteniéndome en el abrazo.
La virilidad de la inteligencia, galantemente desplegada sin parecer deshonesta.
Tu brutal forma de ahogar un cigarrillo en el hueco de tus dedos, hasta chuparlo fuertemente en los labios.
La ansiedad traicionando a tu cuerpo, en cada roce sin intención de roce, con toda la intención de garra.
Tu elocuencia llena de gracia.
Tu sonrisa llena de ganas, ganada con mucho esfuerzo.
La valentía de tus decisiones, anulando los molestos titubeos morales.
La lealtad de tus ideas a la coherencia del sentido de tu vida.
La grandeza de tu panza, un tambor de adrenalina.
El color aniñado de tu piel adulta, decorada con las líneas expresivas de los años vividos.
El deseo de pertenecerte como una estampilla a una carta.

Me preguntaste qué fue lo que me gustó de vos.
Todo esto.

3 comentarios:

  1. Las palabras justas, en el momento preciso, acercando la imaginación a la realidad.
    Una locuacidad encendida y defensiva, de pedantería sabiamente dominada.
    El color aniñado de tu piel adulta, decorada con las líneas expresivas de los años vividos.
    El deseo de pertenecerte como una estampilla a una carta.

    Me quedo con estas! simples y hermosas, dicen de todo.

    Genial leerte, como siempre!

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